domingo, 7 de abril de 2013

El parisino, en el 89, fulmina a la Ponferradina en una jugada genial que acaba en gol tras error de Santamaría

El ángel de Thievy lanza a la UD 

 

El parisino, en el 89, fulmina a la Ponferradina en una jugada genial que acaba en gol tras error de Santamaría

07.04.2013 | 02:10
Thievy controla el balón en presencia de Hernán y acosado por un defensor del conjunto berciano.
Thievy controla el balón en presencia de Hernán y acosado por un defensor del conjunto berciano.

La Unión Deportiva cumplió en Ponferrada (0-1), una por una, con todas las páginas del fútbol a domicilio. Lo primero, tranquilidad, aunque te hagan ocasiones nítidas. En tales casos, se mantiene la escaleta prevista y se sacuden las secuelas del accidente con más posesión de balón. Tranquilidad para sobreponerse a las complicaciones de un delantero incansable: Máyor. Sosiego para encajar el vendaval de un rival que venía lanzado en su casa y templanza para llevarse la victoria cuando no quedaba tiempo sino para un parpadeo, tras una jugada angelical de Thievy y una cantada de Santamaría.

Se sabe Las Palmas, de pe a pa, el guión y se aplica a la recitación de un fútbol sencillo y vertical que se basa en el ritmo que imponen Hernán y Nauzet Alemán, y en la velocidad intratable de Vitolo y Thievy. Contra ninguna de ambas cosas tuvo recursos la Ponferradina, que se fue quedando sin balón, sin fuelle y, al final, sin botín. Los amarillos se pueden recrear este domingo en un cómodo colchón de puntos respecto a la séptima plaza de la competición.

La alineación de Sergio Lobera trajo pocos cambios respecto al partido de la semana anterior frente al Guadalajara. Está visto que el entrenador maño, si no media una adversidad gruesa, ya tiene un grupo de futbolistas predilectos para encarar el tramo final del campeonato. Esta vez, Pignol, que llevaba varias semanas fuera del equipo por una fisura en el pie, ocupó el lateral derecho, donde Atouba se había desempeñado con un interesante nivel en las últimas jornadas. En el resto, lo esperado; Tato volvió a acompañar a Thievy en las posiciones ofensivas y Chrisantus observó los acontecimientos, al inicio, desde el banquillo, donde le acompañaba Andy Pando pero no David García, que continúa su periodo de puesta a punto.



Responsabilizada sobre el estado de la cuestión, la Unión Deportiva saltó al terreno de juego con los sentidos bien afinados. Evitó el juego de combinación del conjunto de Claudio Barragán y se asomó con cierta frecuencia sobre el área de Roberto Santamaría, con turbulento pasado amarillo. El primer acercamiento se produjo en una jugada entre Thievy y Vitolo, que cortó Alan Baró, quien estuvo en permanente estado de alerta por los desmarques del francés.

Los robos de Hernán en el ombligo del campo daban aire al conjunto forastero, que también generaba desasosiego a la cortina defensiva berciana por la posición incierta de Tato, que se movía sin discriminación entre la izquierda, derecha o centro. Tras un cuarto de hora de control, sin excesivo peligro, Deivid tuvo en su cabeza el primer tanto de la agradable tarde de El Toralín. El remate del central, a quien sirvió la pelota Thievy, se marchó a la derecha del meta navarro. La UD gobernaba la función, ante los gritos de Claudio, y ya empezaba a alterar el ritmo nervioso del graderío que murmuraba.

Al testarazo fallido de Deivid le siguió otro de Lafuente, que la tribuna cantó como gol. La pelota se marchó cerca del palo izquierdo de Barbosa, quien hasta el momento había vivido con placidez en la contienda. Rotos a sudar, con una ocasión por barba, Thievy tuvo la más clara de la Unión Deportiva en la primera parte, pues el franco-congoleño peinó de cabeza un centro de Nauzet desde el vértice izquierdo. Santamaría, felino, sacó una mano prodigiosa y envío la pelota a córner. Era el 20.

Como un péndulo, la ocasión de gol cambió de acera, aunque el fallo de Murillo en la salida del balón no acertó a concretarlo Yuri, negado durante toda la tarde. Hasta ese momento, las noticias que se tenían de la Ponferradina eran, básicamente, por desaciertos en las entregas de los amarillos. La primera combinación, premiada con aplausos, no llegó hasta el ecuador del primer tiempo. Acorán disparó elevadísimo.

A la media hora, la cosa se puso más sería para la Unión Deportiva. Yuri y Lafuente armaron una acción a base de un tuya-mía y el interior zurdo lanzó con mucha intención sobre el ángulo izquierdo de Barbosa, pero éste anuló el peligro con un manotazo enviando la pelota al saque de esquina. Eran minutos de agobio local, que hicieron encender los ánimos de El Toralín, que casi se llenó para presenciar el duelo entre aspirantes.

Cuando el partido se descontroló en los últimos minutos de la primera parte, Las Palmas impuso un ritmo cansino en su propia parcela que le permitió una ocupación muy racional de los espacios, afrontar cada jugada con un futbolista de más y sin apenas arriesgar. Entonces, el caudal ofensivo del equipo de Claudio quedó reducido a acciones esporádicas como una ocasión de Máyor, que defendió como un león enjaulado la defensa amarilla, ayer vestida de negro etiqueta. No había manera de entrar en la zona de remate grancanaria. Era una evidencia que a los locales, durante la tarde, les faltó precisión, velocidad y desmarque para poder maniobrar y desarmar a la firme defensa forastera y al hombre del fondo, Barbosa.

El manual del buen visitante incluye, además, como primer mandato tener delanteros veloces que aprovechen los espacios vacíos que necesariamente deja el equipo que quiere atacar. Quizá ello explique, al mismo tiempo, los problemas que tiene últimamente la Unión Deportiva para ganar en casa, donde la velocidad, con menos espacios, pierde importancia. Pero ayer valió, bastó y sobró, porque la Ponferradina ni supo, ni pudo, frenar a los amarillos, que comenzaron la segunda parte con control sobre la situación y una ocasión de Thievy, que lanzó al exterior de la red de Santamaría en una posición apurada. A renglón seguido, Samuel Sanjosé cabeceó fuera, por muy poco, un córner lanzado por Jonathan, que volvería a caldear el ambiente en las tribunas enfriadas por la brisa cortante que llegaba desde los Montes Aquilianos.

Con ánimos levantados por la opción de gol, la Ponferradina se vino arriba con combinaciones chispeantes en la frontal que se perdían en el bosque de piernas de la defensa. En una de ellas, el canario Acorán reclamó un penalti en el área amarilla, pero el árbitro reprochó al extremo la caída y se inhibió de la acción con una amarilla para el atacante. Las Palmas, serena, sostenía el punto conquistado esperando en la línea media, robando y saliendo por los raíles con la ayuda de su cuarteto de ataque, que ya incluía a Macky Chrisantus.

Tras un parón en las hostilidades, propiciado por la ralentización en la circulación de la pelota y las continuas pérdidas, Las Palmas se asomó otra vez sobre los dominios de Santamaría con una serie de córners, que llevaron zozobra a la zaga local, pero también a la visitante, que cedió un contragolpe con apariencia mortal que Yuri desperdició cuando a Sergio Lobera y al banquillo ya se le helaba la sangre. El encuentro ya se encontraba en su recta final y cualquier accidente tenía pinta de resultar definitivo. Todos lo sabían.

Cambio de Lafuente

A la Ponferradina se le hundió el centro del campo demasiado pronto y quedó desabastecida tras la sustitución de Ander Lafuente. Ni siquiera encontró el ritmo necesario para encajonar al rival, una vieja arma que muchas veces da sus frutos, y exhibió una lentitud inhabitual en sus características, según lo apuntado por los lugareños. Con el balón siempre lejos de sus botas, con Máyor y Yuri asfixiados por la ayudas en labores defensivas (en los saques de esquina), con los extremos inhabilitados, tras el buen partido de Pignol y Dani Castellano, nunca dio sensación de poder con el partido. Ante este panorama, la Unión Deportiva empezó a creer que lo podía ganar.

A diez minutos del final, Hernán se inventó un pase prodigioso, entre el central Samuel y el lateral Carpio, hacia Chrisantus, pero el nigeriano lanzó al muñeco cuando se introdujo dentro del área y Santamaría derribó la opción de gol con los pies ante la algarabía de los aficionados locales. Fue un aviso de que algo se podía mascar en esa portería, a pesar de que Saúl también dispuso de una oportunidad nítida para desenmarañar el empate en la otra.

Y cuando el reloj y el cansancio pesaban en los protagonistas, un balón profundo le cae a Thievy sobre el costado derecho del ataque. Nano le encima, el parisino lo quiebra y lo deja en evidencia y, sin pensarlo, golpea con violencia sobre la portería de Santamaría, que falla como una escopeta de feria en el momento menos oportuno. 0-1, minuto 89 y locura en el manchón amarillo del graderío y en el banquillo. Cautivo y desarmado, la Ponferradina apenas inquieta a Barbosa, que lanzó un aullido cuando el árbitro dijo: se acabó.

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